Una historia solidaria que traspasa los colores y la pasión futbolística. Es lo que sucedió entre hinchas de San Martín de Tucumán y Sarmiento de Junín.

 

 

A 10 cuadras de la cancha de Junín, el auto se detuvo otra vez. La bobina de arranque de nuevo había recalentado. Y el partido estaba por comenzar.

-Bueno, muchachos, hagamos lo que ya sabemos, dijo Raúl Gramajo, el conductor del Volkswagen Voyage gris, fanático de San Martín, como los demás que estaban en el auto: sus dos hijos (Nelson y Pablo), su cuñado (Arturo) y un compañero de trabajo, Gerardo.

Ya sabían que si enfriaban la bobina con agua o hielo podrían seguir un rato más. Cuando se bajaron del auto, llegaron los hinchas de Sarmiento, encabezados por un reconocido integrante de la barra, el Turco Yamil. 

“Una camioneta se paró delante de nosotros. Y se acercó un muchacho que habrá tenido unos 40 años: “¿qué le ocurre amigo?”, me preguntó”.

Entonces Raúl le contó que desde Sunchales que tenían problema con la bobina de encendido. Que se calentaba y que se apagaba el auto. Y que un amigo de Tucumán, el Colo Figueroa le había recomendado enfriarla para poder seguir. Entonces cada vez que el auto se paraba, tuvieron que sacrificar el hielo para el fernet que iban tomando los de atrás.

“Yo los puedo llevar a la cancha”, cuenta Raúl que le dijo el Turco. Entonces, les ofreció guardar el auto en su propia casa y para buscarlo después del partido. Y así fue.

Fueron juntos a la cancha, en la camioneta del Turco, cada quien con la camiseta del club de sus amores a ver -nada más y nada menos- que una final por el ascenso. Después, cada uno en su tribuna, miraría el encuentro que ganó Sarmiento por uno a cero.

Cuando acabó el partido, el Turco los llamó por teléfono y les dijo que había conseguido un mecánico amigo para que viera el auto. Era domingo a la tarde, y el taller abrió sus puertas para los tucumanos.

“Había que cambiar la bobina. El mecánico nos dijo que el repuesto costaba 1600 pesos, pero que nos dejaba a 1.000, por todo lo que habíamos viajado. Ah, y que no me cobraba la mano de obra”.  

Esa noche, el Turco les consiguió unas cabañas para que durmieran y al día siguiente emprendieran, descansados, el regreso.

En la despedida, uno de sus hijos le regaló una camiseta de San Martín.

“Es impagable lo que hicieron por nosotros. Yo no sé cuándo voy a terminar de agradecerle todo lo que hicieron por nosotros. Por ahora los espero en Tucumán con empanadas que hace mi vieja, que son riquísimas”, dice el hombre que vive en Cevil Pozo, operario de Scania, y espera que llegue el domingo para ir a la cancha y para recibir a sus nuevos amigos.

 

(Fuente: www.eltucumano.com)

 

 

 

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